sábado, 9 de agosto de 2008

Cuento: Paraíso

¡Chof! Se sentó en la silla y el agua comenzó a gotear sobre la arena, bajo la silla, junto a la sombrilla, como a través de un chino. La molesta humedad del tejido y la tirantez del salitre en la piel desaparecieron pronto, engullidas por el hábito. El sol atravesaba sus párpados cerrados dibujando extrañas luces, gusanos huecos como tenias, estrellas informes que se movían a saltos sobre un fondo anaranjado que cambiaba de tonalidad a capricho. Sólo subiendo los pómulos, bajando las cejas, apretando mucho los ojos, conseguía apagar aquellas molestas chiribitas que se perdían en la recién estrenada negrura. Por entre el canto espumoso de las olas, a molestos codazos se colaban conversaciones ingrávidas. Casi estúpidas. Lejanas. Alguien sacudió la toalla lo suficientemente cerca como para oler el bronceador en cada grano de arena que se suicidaba contra su piel. Los dorados pechos de aquella morena no cesaban de mirarle con descaro a los ojos. A lo lejos, el sensual olor a tinto de verano, cerveza helada y sardinas hacían de aquel chiringuito una fábrica de ateos, un paraíso en la tierra.

Me lo llevo, le dijo al dependiente. Aquel equipo de realidad virtual era realmente espectacular. De lo mejor que había probado. Y hasta era posible que su diseñador, si era lo suficientemente anciano, hubiese pisado alguna vez una playa.


5 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Cuento o Futura realidad?
Me encanta que me hagas pensar en verano...

Un beso.

Anónimo dijo...

Yo también me llevaría el equipo de realidad virtual, pero cambiaría los pechos de la morena por la espalda de un socorrista (si puedo elegir).
Cerca de Isla Cristina (en La Antilla) me tomé hace unos días unas sardinas y una cervecita bien acompañada y pensé si sería así el chiringuito playero del Tato.
Dale un saludo al Aguaó también. ¿Me enteraré algún día de la relación o parentesco entre vosotros? hmm...
Besos y a pasarlo bien.

Er Tato dijo...

Espero que sólo sea un cuento, querida Glauca. Y espero hacerte pensar también en invierno...

Claro que puedes elegir, Soboro, pero no sé por qué me da en la nariz que no es la espalda precisamente lo que te gustaría... ¡Ay, el pudor! Puedes estar segura de que mi chiringuito es mejor que ése en el que estuviste. Porque las tapitas son gratis. Porque su único límite es la imaginación. Porque estáis vosotros, que entráis y salís a vuestro antojo.

Y claro que puedes saber nuestro parentesco. Yo soy el Tato del aguaó. Así me llamaba él de pequeño en lugar de tito ;-)

Besos descansados

Anónimo dijo...

Hombre, para deleitar mi visión prefiero la espalda del mozo. Otra cosa es deleitar otros sentidos y en eso ya estoy satisfecha.
Me imaginaba que era tu sobri, pero no sabía. Es que lo bueno se ha de heredar genéticamente, aunque sea de forma indirecta.
Besos olorosos de sardinas onubenses.

el aguaó dijo...

El paraíso hermético de muchas almas solitarias. Por si acaso, intento fajarme en la realidad que aún queda querido Tato.

P.D. Nuestro querido Tabernero, Soboro, siempre ha sido y será para mí er Tato. Saludos para ti también querida Soboro.