sábado, 11 de octubre de 2014

Redondo y hueco como un balón...

Escribe hoy Pedro Sánchez una interesante tribuna política en la prensa. Dice cosas imposibles de no compartir para cualquiera que se sienta demócrata.

"La democracia no es tan solo votar cada cuatro años, es una forma de gobernar que, siguiendo a Dahl, para su plena efectividad y calidad requiere una alta participación e implicación ciudadana en los asuntos públicos; un sistema electoral suficientemente representativo; una ciudadanía informada que conoce las políticas existentes, las alternativas posibles y sus previsibles consecuencias; una sociedad sin desigualdades lacerantes y sin exclusión social; un respeto escrupuloso a la ley; y, finalmente, un electorado que controla la agenda del sistema y del Gobierno"

Después entra ya en valoraciones sobre la gestión del adversario, legítimas pero partidarias, como por otra parte cabe esperar de cualquier dirigente político. Y aquí surgen los primeros problemas, porque sus afirmaciones pueden ser contrastadas con la realidad y, sobre todo, con lo que realmente hacen en aquellas administraciones en las que gobiernan.

Afirma que "bajo el mandato del PP hemos llegado a niveles de desigualdad económica lacerantes". Si acudimos al indicador más utilizado para medir la desigualdad, el coeficiente de Gini, podemos comprobar que el índice más alto de desigualdad desde 2002 se produjo en los años 2010 y 2011 -gobiernos del PSOE-, y en 2012 -gobierno del PP-, recuperándose en 2013 -gobierno del PP-, pero manteniéndose todavía en niveles superiores a los años 2009 y anteriores. Como se ve, no hay grandes diferencias entre la gestión de unos y otros. Cuando la economía va mal, aumentan las desigualdades, y cuando mejora, disminuyen. Ningún mérito que resaltar. Ninguna diferencia entre la gestión de los socialistas del PP y los del PSOE.

Continúa diciendo que "un Gobierno que usa el decreto-ley como forma natural de ejercer la iniciativa legislativa [...] no puede hablar seriamente de renovación democrática". Y tiene toda la razón. Pero nuevamente los hechos le sacan los colores a su buen criterio. El abuso del decreto-ley de este gobierno y del anterior, al que él apoyó como diputado en el Congreso, es cuantitativamente similar.

Y añade que "un Gobierno que coloniza hasta límites extremos las instituciones de control y que nombra para dirigir RTVE a un «ferviente militante» no puede creer en los pesos y contrapesos de la democracia representativa". Y también tiene toda la razón. Y de nuevo, la realidad le estropea su impecable argumento. Por ejemplo, allá donde gobierna su mentora, Susana Díaz, la televisión autonómica es tan sectaria y manipuladora como la de las comunidades gobernadas por el PP. Ni más ni menos. Y como guinda de esa alergia a los pesos y contrapesos de la democracia que defiende el señor Sánchez, la señora Díaz aprobó hace ya año y medio un decreto por el que el subdirector de RTVA, elegido a dedo, asumía las funciones del dimitido director general hasta que las fuerzas políticas se pusieran de acuerdo para elegir al nuevo director general. Año y medio hace ya. ¿Para qué se van a poner de acuerdo si la que manda obtiene más rédito con el desacuerdo?

Podríamos seguir con otras afirmaciones, más que razonables, imprescindibles para una democracia sana, como la promoción de una Administración imparcial y meritocrática, la democracia interna de los partidos, la transparencia, la lucha contra la corrupción... El problema es que no hay más que mirar a Andalucía, esa tierra donde podrían poner en práctica todo ese repertorio de magníficas y plausibles ideas, y percatarse de que ni están ni se las espera.

"Están invitados a exigirnos", titula Pedro Sánchez su artículo, y dice estar convencido de que cuanto más les observemos, mejor se comportarán, quizás sin percatarse muy bien de lo que subyace bajo esas palabras. La aparente humildad de esa convicción, su obvio infantilismo, no encierra más que la desconfianza crónica de ellos hacia ellos mismos, conscientes de que allí arriba no llegan precisamente los más capaces, los más honestos, los más brillantes. No, allí arriba llegan los más hábiles en esquivar los navajazos de los suyos, casi siempre más certeros e invisibles que los de enfrente, llegan los que han aprendido a nadar vestidos sin mojarse la ropa. Y esos, sólo sintiéndose observados serán capaces de controlar su soberbia ontológica. Por eso lo piden ahora que aún no están ebrios, que aún no tienen la botella a mano, que aún tienen momentos de lucidez, porque saben que cuando estén borrachos de poder ya será tarde.  

Sí, el artículo le ha quedado tan redondo como hueco al señor Sánchez. Un ejercicio más de catecismo político, de palabras abrochadas como corbatas de primera comunión a su impecable camisa blanca, de ilusiones garabateadas en modernas pizarras digitales, tan pulcras y desmemoriadas, que no dejan el más mínimo rastro de tiza en la tarima. 

4 comentarios:

Juanma dijo...

Fantástica entrada. Fantástica esa "soberbia ontológica", el párrafo final y, sobre todo, el remate de ese párrafo.

Así da gusto.

Un abrazo.

Er Tato dijo...

Lo mismo digo: así da gusto.

Otro abrazo

Dyhego dijo...

Si es que, del dicho al hecho, hay un buen trecho, don Tato.
Salu2.
¿Un vermú?

Er Tato dijo...

Pues eso mismo digo yo, que hechos son amores y no buenas razones...

Ahí va es vermú.

Saludos