jueves, 30 de julio de 2015

Algunos no quieren enterarse... y otros no se enteran

Ayer escribía en un tuit Eduardo Garzón, economista, asesor de IU, miembro del Consejo Científico de ATTAC y hermano de Alberto Garzón entre otros cargos, lo siguiente:

"Algunos no quieren enterarse, pero un € de déficit público es un € nuevo en la cuenta bancaria de una familia o de una empresa. Contabilidad"

Y además, a requerimiento de algún tuitero que le pedía una explicación adicional, contestó con un enlace a un artículo suyo que ofrece una explicación a dicha afirmación. Compleja, añade entre paréntesis. Imagino que lo de compleja debe ser para quitarle a uno las ganas de leerla. De todas formas, por si alguien tiene la misma tentación que yo, aquí la tienen.

Ese documento reproduce análisis teóricos sobre identidades contables de la contabilidad nacional, copiadas de varios economistas, y de una obviedad tal, que sería comprensible por cualquier estudiante de primero de económicas. Viene a decir, poco más o menos, que en una economía cerrada, sin contacto con el exterior, cuando el sector público se endeuda, el sector privado -empresas o ciudadanos-, tiene superávit y viceversa.

Dicho de otra forma. Supongamos un Estado que no se relaciona con otros Estados. Si agrupamos a todos los agentes económicos de ese Estado en sector público y sector privado, resulta obvio que, contablemente, el saldo de ingresos y gastos de cada uno de esos grupos deber ser inverso al del otro. Si el sector público gasta un euro más de lo que ingresa, ese euro sólo puede haber salido de que el sector privado ha gastado un euro menos de lo que ingresa, de que el sector privado ha ahorrado un euro y se lo presta al sector público. Si abrimos la economía de ese Estado al exterior, tendremos un tercer sector, y la identidad contable también debe cumplirse, de tal forma que la suma de los saldos de cada uno de ellos debe ser cero. Si un sector gasta más de lo que ingresa, sólo puede hacerlo porque el ahorro de los otros dos sectores es idéntico a ese déficit.

Por mucho cachondeo que se haya montado en Twitter con la afirmación de Eduardo Garzón, la verdad es que desde el punto de vista contable, su afirmación no es ninguna barbaridad, aunque con ciertos condicionantes, como que ese déficit provenga del ahorro de los ciudadanos y no sea drenado por el sector exterior, o provenga del sector exterior y no sea drenado por los ciudadanos. Así, Garzón concluye que si el sector público tiene déficit, el sector privado, y dentro del mismo, precisamente las empresas, incrementarán sus beneficios. El problema de su planteamiento es la cabriola que hace al final para llegar a esa conclusión, pues el déficit público supone contablemente que bien el sector privado, bien el sector exterior, bien ambos, deben tener un superávit equivalente a aquel déficit, pero no necesariamente que el sector privado, y dentro de él las empresas, sean los que obtengan ese superávit. Eso también lo dice la identidad contable en la que se fundamenta su análisis, aunque él prefiere concluir que el déficit público se encauza siempre hacia el incremento de los beneficios empresariales y nunca hacia el incremento de la renta de los ciudadanos, por ejemplo vía subsidios, subvenciones, rentas varias de inserción, etc.

Así, a partir de igualdades contables incuestionables pretende dar apariencia consistente a unas conclusiones construidas sobre argumentos bastante débiles, subjetivos e ideologizados. Ya el propio título del trabajo, "La importancia del déficit público para la actividad económica", es en sí mismo una declaración de intenciones.

En todo caso, la afirmación que hace Eduardo en su tuit es, como él mismo matiza al final del mismo, contablemente correcta, pero sólo eso y bajo determinadas condiciones. La contabilidad sólo actúa de notario de las transacciones de la economía real. La dinámica de lo que sucede entre los distintos sectores de una economía moderna -sector público, privado y exterior-, se ve reflejada en la Contabilidad Nacional, pero ésta sólo nos cuenta lo que ocurre, no cómo ocurre y por qué.

Hay quienes opinan, como los hermanos Garzón, que los impuestos que recauda el Estado, además de para garantizar la igualdad de oportunidades, deben servir para intervenir en la economía, no sólo regulándola, sino también fijando precios o coartando libertades, o que el Estado debe endeudar a los ciudadanos presentes y futuros para incrementar los beneficios empresariales actuales que es, curiosamente, la tesis central que defiende el documento -"...cabe resaltar el importante papel que desempeña el déficit público en la generación de beneficios empresariales...", dice el autor del panfleto-, para abogar por el déficit público.

Otros, entre los que me encuentro, opinamos que el Estado debe limitarse a garantizar la igualdad de oportunidades en sentido amplio y a regular, que no intervenir, la economía para garantizar la libre competencia en los mercados. Que el Estado, o sea, todos nosotros, se endeude para impulsar artificialmente la economía no es más que una patada a seguir, un crecimiento hueco pagado a crédito por las generaciones futuras, que además adocena y amansa a empresarios y trabajadores mediante el espejismo de que el Estado siempre impulsará el crecimiento económico creando ahora una riqueza ficticia traída de un futuro incierto, riqueza que además ni siquiera se invierte en hacer menos incierto ese futuro.

¿Es más rico un ciudadano con un chalet valorado en 500.000 euros y una hipoteca de 400.000 euros que otro con un dúplex de 200.000 euros y sin hipoteca? ¿Es más rica la España del año 2014, con un PIB y una deuda pública de un billón de euros, que la del año 2007, con un PIB de un billón de euros y una deuda pública de 383.000 millones de euros? Ahí tienen una evidencia empírica de la importancia real del déficit público para la actividad económica que defiende uno de los hermanos Garzón.


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