viernes, 11 de diciembre de 2015

El mercado ancho y profundo del populismo...

A estas alturas ya estarán todos ustedes al corriente de la que le está cayendo a Marta Rivera de Ciudadadanos por cuestionar la redacción que la ley de violencia de género dio al art. 153 del Código Penal. Todos, absolutamente todos, la están poniendo a parir, incluido el PP que durante la tramitación de la ley allá por 2004, dijo cosas como éstas en el Congreso:

"...pensamos que no se han disipado las dudas de constitucionalidad que planteaban los nuevos preceptos que la ley introduce en el Código Penal. En esta cuestión, que ha sido muy debatida pero conviene recordar, el Gobierno quiso un tipo penal distinto para hombres y mujeres, aunque la conducta sea la misma, en este caso amenazas y coacciones. Si un hombre amenaza o coacciona es un delito más grave que si lo hace una mujer. Esta medida suscitó la crítica prácticamente unánime de los profesionales del derecho, que consideraban que nos encontrábamos no solamente ante una discriminación inconstitucional sino ante un grave retroceso a tiempos pasados."

También es preciso recordar que la sentencia que declaró constitucional esa modificación del Código Penal, lo hizo con 7 votos a favor y 5 en contra, incluyendo 4 votos particulares con sus correspondientes fundamentos.

Una de las cuestiones que se discute en la doctrina no es si el maltrato de un hombre a una mujer debe constituir una circunstancia agravante que aumente la pena, sino si dicha agravación debe ser, como establece la modificación legislativa, automática, sin admitirse prueba en contrario y sin posibilidad de que pueda atenuarse cuando se demuestre que la conducta del varón no responde a violencia machista ni a denigración de la víctima por ser mujer. Porque para sancionar de manera más grave la conducta de violencia conyugal que responda a un patrón de delincuencia machista no es necesaria esa agravación obligatoria, sino que bastarían las agravantes genéricas contenidas en los arts. 22 y 23 del Código Penal, como el abuso de superioridad o la circunstancia mixta de parentesco, o plantear la agravación en la norma como potestativa.

A la vista de esas posiciones enfrentadas en la doctrina y entre los profesionales del Derecho, no deja de ser significativa la unanimidad en la crítica demagógica, cobarde y superficial a la postura de Marta Rivera, postura que, insisto, es compartida por una parte importante de la doctrina y por 5 de los 12 magistrados del Tribunal Constitucional que dictaron la sentencia. Por tanto, se comparta o no su opinión, no parece que la señora Rivera haya dicho una barbaridad de tal calibre que justifique que le salten a la yugular por retrógrada. A mí, cuando menos, me ha parecido valiente, que no es poco con los tiempos de simpleza y cobardía intelectual que corren.

Una vez más, nuestros políticos demuestran su superficialidad e ignorancia -no se sabe si auténtica o impostada-, a la hora de combatir ideas con demagogia. Será porque el populismo tiene todavía un mercado ancho y profundo...


6 comentarios:

Juanma dijo...

Y hay un añadido: el campo abonado para necedades de todo tipo que hoy día son las redes sociales. Todo el mundo opina a partir de un enlace, de un titular, de cualquier cosa salvo la de informarse previamente. Una comparsa gaditana, hace años y no sé cuál es, tenía un pasodoble cuya letra iba sobre un tío que quería inventar algo que destruyera todos los males del mundo. Cuando aquello estuvo inventado, el "invento" ordenó enseguida "acabar con el hombre". Twitter o Facebook podrían ser absolutamente maravillosos, pero son lo que son porque el manejo que se hace de ellos es patético en la mayoría de las ocasiones. Alguien dice algo, se descontextualiza enseguida y el linchamiento puede llegar a ser brutal. ¿Libertad de expresión? Un mojón tela de gordo. Bueno, claro que la hay en tanto que yo puedo escribir lo que me dé la gana, pero a cambio de injurias...bueno, no sé, me estoy liando porque tengo a los dos gordos en pleno campo de batalla en el salón. Voy a ver si pongo paz.

Un fuerte abrazo.

Er Tato dijo...

Querido Juanma, lo bueno de internet en general -de las redes sociales en particular-, y de la libertad de expresión es precisamente eso, la libertad. Libertad para decir tonterías, para escribir análisis sesudos, para contar chistes, para echar una mano a los demás, para ser solidarios, para insultar... Es un magnífico termómetro de la sociedad en la que vivimos, instantáneo y espontáneo. Si no existiera habría que inventarlo. Son sólo una herramienta para saber dónde estamos como sociedad y como individuos. Su inexistencia no haría desaparecer la enfermedad, sólo el síntoma. Así que bienvenido.

Esta mañana leía un artículo de una doble colega tuya -filósofa y escritora, o viceversa-, y releía uno anterior. Sin comentarios.

Y corre, corre a separar a tus gordis, no vaya a ser que en el fragor de la batalla de la vida adquieran ideas y personalidad propias que después la escuela de turno -la del color que les toque-, no pueda ya enderezar y terminen conviertiéndose en unos indeseables ciudadanos independientes y críticos, porque entonces estarán ya perdidos para siempre. Corre, corre, llévalos a la escuela para que te los formen ética y moralmente, que hay quienes no se fían de la educación moral que les damos los padres a nuestros hijos.

Bromas, o no, aparte, dales un par de besos y déjalos que sigan en el campo de batalla. Siempe que no haya sangre...

Un abrazo

Juanma dijo...

Claro que sí, compadre, yo sólo quería advertir -con bastante torpeza- que el uso de la libertad de expresión en las redes sociales nos ha hecho una afotito en la que salimos tal y como somos: ignorantes y malvados (que van siempre unidos). Los linchamientos, las declaraciones que se descontextualizan, los memes de las narices, el echar en cara algo que alguien dijo/escribió hace cinco o seis años y que luego rectifica o matiza...todo eso suele tener un tratamiento muy sucio. Aunque tengo cuenta de Twitter, no la uso. Pero sí Facebook, donde se ve cada cosa...

Mi profe de Filosofía en COU es hoy como un hermano para mí. Lleva treinta años en la enseñanza y cada día más quemado, más desmoralizado. Hace tres días hablaba con él: su análisis de la decadencia de la enseñanza en general y de la consideración al profesorado en particular es demoledor. A Marina lo llama directamente traidor. Pero esto creo que irá a peor.

Y en cuanto a la batalla, finalmente no puse paz...me uní a medias entre los dos bandos. ¿Hace falta que te diga quién salió por patas?

Un abrazo.

Er Tato dijo...

Pues no, no hace falta que me lo digas. Hiciste bien porque podías haberte hecho daño... ;-)

Un abrazo

Dyhego dijo...

Don Tato:
los ánimos están tan calientes que se utiliza cualquier palabra, cualquier gesto y cualquier mirada para arremeter contra el adversario. El otro día escuchaba a Pepa Bueno (cadena de radio SER) mientras entrevistaba a Albert Rivera y se palpaba la animadversión y la furia que empleaba ella contra él.
En cuanto al tema de Marina, no estoy de acuerdo con las ideas que lanza. En primer lugar, la educación es un bloque que no se puede dividir. No puedes hablar de profesores sin hablar de alumnos, de colegios, de temarios, de financiación, y sobre todo, de qué tipo de enseñanza queremos.

Salu2.

Er Tato dijo...

Sí, los ánimos están tan calientes que algunos se lían a hostias, literalmente, con los candidatos.

Saludos, Dyhego y felices fiestas a todos los parroquianos